lunes, 15 de enero de 2018

Yo quiero ser Paleoecóloga - Encarni Montoya

Y yo quiero ser...Paleoecóloga
(Por Encarni Montoya)

Escucha música mientras lees, vete al final.

Todos tenemos libros, películas o momentos que nos marcan de pequeños, y que de alguna manera contribuyen a definir a qué dedicaremos nuestros intereses lúdicos o profesionales durante nuestra vida. En mi caso fue un poco de todo; la película “La misión” y la trilogía “Indiana Jones” despertaron mi interés por la exuberancia del trópico sudamericano y los tesoros que esconde de tiempos pasados. Y las salidas de fines de semana con mi padre por el campo murciano mientras él buscaba sus palomos de colombicultura me permitieron pasar mucho tiempo al aire libre y desarrollar un rasgo que ha marcado mi vida hasta ahora: la curiosidad. Así, en el monte, me di cuenta de que allí fuera había muchas cosas: animales, plantas, rocas, etc., y que todas existían de manera independiente, pero a su vez se relacionaban entre sí e influían los unos en los otros. Y así es cómo, poco a poco, me fui dando cuenta de a qué quería dedicarme: quería saber cómo funcionan los ecosistemas, por qué cambian con el tiempo y qué es lo que hace que cambien.

¿Qué es la paleoecología?

La paleoecología es la parte de la ecología que se encarga de estudiar los ecosistemas pasados o el pasado de los ecosistemas actuales. Este trabalenguas de definición viene a referirse simplemente al significado de las partes que componen la palabra: paleo (pasado) y ecología (estudio de las interacciones entre los organismos y el ambiente en el que viven). Así, la paleoecología estudia las relaciones entre organismos que existieron en el pasado y sus relaciones con el ambiente en el que vivieron, es decir, cómo eran los ecosistemas hace miles o millones de años. Al igual que a día de hoy un ecosistema mediterráneo es muy diferente de uno amazónico como resultado de los diferentes factores bióticos y abióticos que operan en ellos (Fig. 1), los ecosistemas de un lugar determinado han ido cambiando a lo largo del tiempo. Por ejemplo, el paisaje que viví yo junto a mi padre es radicalmente diferente al paisaje que caracterizó Murcia en la edad de hielo, hace unos 22.000 años atrás. Por lo tanto, la paleoecología implica también estudiar cómo han ido cambiando estos ecosistemas pasados a lo largo del tiempo hasta llegar a lo que nosotros vemos hoy en día, y qué ha hecho que éstos cambien. Entre los factores más comunes que modifican los ecosistemas a nivel global se encuentra el clima y el hombre, pero también otros como las erupciones volcánicas, la aparición de nuevas especies o las extinciones en masa. Pero, volviendo a la definición del principio ¿cómo se puede estudiar algo que ya no existe? Para eso los paleoecólogos utilizamos nuestra propia máquina del tiempo.

Fig. 1. El clima es un factor determinante a la hora de moldear los diferentes ecosistemas que existen a lo largo del planeta.

¿Cómo se trabaja en paleoecología? En busca de la máquina del tiempo

Por suerte para los paleoecólogos, el planeta está lleno de pistas de cómo han sido sus ecosistemas a lo largo de la historia. Al igual que nuestro médico tiene un registro con todos los incidentes de salud que nos han ocurrido desde que nacemos, la Tierra también ha ido almacenando esa información en distintas partes del mundo a la espera de ser desvelada. Es lo que se conoce como el registro geológico. Dentro de este registro, encontramos información sobre una multitud de características tanto del funcionamiento del planeta, como de los ecosistemas que existieron y de los organismos que vivieron en él. La función de una paleoecóloga es encontrar dónde están almacenadas esas pistas, recolectarlas y descifrarlas. Entre los tipos de registros más usados en paleoecología están los archivos sedimentarios, o lo que es igual, zonas de acumulación de material orgánico y mineral como las cuencas de los lagos o las turberas donde las diferentes pistas se depositan y quedan conservadas. Lo magnífico de estos sedimentos es que captan las pistas y las almacenan de manera ordenada en el tiempo. Así, la información de los alrededores de un lago en el día de hoy se deposita y conserva en una capa de sedimento, las de mañana se depositarán en una capa encima de ésta, y así sucesivamente como lo harían las capas de una tarta (Fig. 2). De manera que lo que se obtiene son diferentes capas de sedimento con una edad determinada que contienen multitud de pistas acerca de cómo era el ecosistema en ese momento. A través del análisis de esas pistas, podemos saber cómo eran los ecosistemas desde el pasado (capa más profunda del sedimento) hasta el presente (capa más superficial). Las pistas son muchas y muy variadas; desde las mismas propiedades físico-químicas del sedimento que pueden indicar características del clima, hasta restos microscópicos de organismos que no se descomponen con el paso del tiempo y por tanto son capaces de quedar preservados en el sedimento, conocidos como microfósiles. Las pistas, llamadas parámetros o indicadores, funcionan como las piezas de un puzle, siendo el dibujo del puzle el ecosistema pasado que se quiere reconstruir. Lamentablemente, no todos los organismos fosilizan y dejan huellas de su presencia, por lo que, a la hora de interpretar ecosistemas pasados, el paleoecólogo necesita usar sus aptitudes detectivescas para, mediante la recolección del mayor número de pistas posibles, reconstruir el dibujo del puzle incluso sin llegar a tener todas las piezas.

Fig. 2. A través de plataformas flotantes se recogen los sedimentos y los indicadores conservados en ellos acumulados durante miles de años en las cuencas de los lagos. Son nuestras máquinas del tiempo.

¿Para qué sirve la paleoecología?

Conocer cómo han ido variando los ecosistemas a lo largo del tiempo es fundamental para multitud de problemas ambientales a los que la humanidad tiene que enfrentarse a día de hoy. Por ejemplo, estudiar cómo responden frente a impactos o perturbaciones en el pasado nos revela la vulnerabilidad de los diferentes sistemas ecológicos. Saber si un sistema es capaz de resistir determinados impactos es clave a la hora establecer los planes de manejo y conservación de los ecosistemas. Por otro lado, si se sabe las especies que existían antes de que se produjera un impacto por la acción del hombre como un vertido, o de una catástrofe natural como una erupción volcánica, se pueden diseñar las estrategias de restauración oportunas para restablecer el ecosistema natural que existía antes del impacto. Al restaurar las especies propias de la zona, aseguramos el mantenimiento de los llamados servicios ecosistémicos, que son todos aquellos productos de utilidad para el ser humano que se obtienen de un determinado ecosistema. Un aspecto muy importante que nos proporciona el conocer las dinámicas de los ecosistemas en el pasado es su aplicación predictiva. Si identificamos las respuestas de los ecosistemas a determinados cambios ambientales que ocurrieron en el pasado, podemos conocer cómo sería la respuesta frente a los mismos cambios en el futuro. Así, como mencionaba al principio del capítulo, durante la historia de la Tierra el clima ha cambiado en multitud de ocasiones. Esas variaciones pueden provocar cambios en los ecosistemas, como por ejemplo la migración de especies a zonas donde el clima era más adecuado y la llegada de nuevas especies más adaptadas al clima reinante. Todos esos cambios, tanto del clima como de la respuesta de los ecosistemas, se han quedado registrados en los archivos sedimentarios. Por lo tanto, los estudios paleoecológicos son capaces de proporcionar estimaciones basadas en datos empíricos de cómo afectará el presente cambio climático, con un aumento en la temperatura global predicho de varios grados centígrados a lo largo de este siglo, a los diferentes ecosistemas actuales y las especies que habitan en ellos. Cabe mencionar el significado de la magnitud que suponen un par de grados a nivel mundial: la diferencia de temperatura mundial de la última edad de hielo, cuando los mamuts lanudos campaban libremente por España, con respecto a la que tenemos en la actualidad es de alrededor tan solo unos 5-9 grados. Es un ejemplo claro de que un par de grados de temperatura de más o de menos puede modificar (¡y mucho!), los ecosistemas de todo el mundo.

Regreso al futuro

La paleoecología usa para conocer el pasado el principio del uniformismo formulado por James Hutton a finales del siglo XVIII, que se resume en que las leyes naturales y los procesos operan de la misma manera a través del tiempo. Posteriormente, Charles Lyell a principios del siglo XIX lo redefinió dentro del mundo geológico estableciendo que el presente es la clave para poder interpretar el pasado. Como paleoecólogos, mis colegas y yo vamos un paso más allá y resumimos nuestra contribución a conocer la historia ambiental de la tierra mediante el axioma: el pasado es clave para conocer el futuro. Para conocer por tanto nuestro futuro, sólo tenemos que usar nuestras máquinas del tiempo e ir en busca de la multitud de piezas de puzle que hay disponibles repartidas por toda la Tierra esperando a ser descubiertas.

Encarni Montoya
Doctora en Biología
Investigadora Postdoctoral
Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera

Escucha música mientras lees.


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