martes, 16 de enero de 2018

Yo quiero ser Matemática Pesquera - Margarita María Rincón Hidalgo

Y yo quiero ser...Matemática Pesquera
(Por Margarita María Rincón Hidalgo)


Escucha música mientras lees, vete al final.

Quiero empezar este capítulo, aclarando que hace diez años no tenía idea de que terminaría aplicando las matemáticas a la biología y en particular a la pesca.

Las matemáticas ocuparon siempre un lugar importante en mi vida, en el colegio me gustaban y se me daban bien, había una cierta alegría en la resolución de problemas y en esos instantes cuando comprendía de verdad algún concepto, además lo mágico que hay en las matemáticas es que cuando entiendes un concepto, se abre una estructura completa ante ti y el significado de muchos conceptos más se abren, como abrir una caja que contiene muchos compartimentos.

Recuerdo cuando tenía 15 años y estaba en plena crisis adolescente, me encontraba en estado de desasosiego y empecé a resolver identidades trigonométricas, una mezcla entre lógica y trigonometría, y la calma llegó y el tiempo pasó sin que lo notara.

Cuando encuentras algo que te lleva a la calma y que a su vez despierta en ti mucha curiosidad, te das cuenta que has encontrado un tesoro. Buscando saber más de ese tesoro decidí estudiar matemáticas en la mejor Universidad de mi país de nacimiento, la Universidad Nacional de Colombia y es allí donde tengo dos revelaciones que cambiaron la visión que tenía hasta entonces. La primera, que las matemáticas que me habían enseñado en el colegio, eran matemáticas antiguas, que llevaban gestándose desde antes del 400 a.c (Pitágoras y otros pensadores importantes nacieron por esa época), es decir que mis profesores habían intentado enseñarme los descubrimientos hechos durante aproximadamente 2000 años en los 10 años que estuve en el colegio. Normal que a veces uno se sintiera atosigado y no entendiera para que servían tantas cosas, a veces no había tiempo para poner tanto conocimiento en el contexto adecuado. Sin embargo, los dos primeros años de la carrera también estaban dedicados a las matemáticas antiguas, aunque ya abarcaban un periodo más reciente, se podría decir que de 1800 en adelante. La segunda revelación, que tiene que ver con la primera, es que para estudiar matemáticas no hay que ser muy inteligente, hay que dedicarle tiempo, ser muy constante y hay que tener paciencia, porque entender todo lo que se ha hecho en los últimos 2000 años requiere trabajo, y como decía un querido profesor de la universidad, las matemáticas más que con la cabeza se hacen con el culo, refiriéndose a la cantidad de horas que pasaba uno sentado frente al papel intentando resolver problemas varios.

Yo decidí dedicarme a una rama de esas matemáticas antiguas que se remonta al siglo XVIII cuando Thomas Robert Malthus empezó a encontrar patrones matemáticos analizando varias poblaciones humanas, estos estudios demográficos fueron la base de lo que hoy se conoce como ciencia de pesquerías. Esta rama de la ciencia gira en torno a la resolución de la siguiente pregunta: ¿Cuántos peces hay en el mar?

La necesidad de resolver este interrogante radica en que la pesca es muy importante para nosotros desde el punto de vista ecológico y económico: hace parte de la biodiversidad siendo un eslabón de la cadena alimenticia y miles de familias alrededor del mundo logran subsistir gracias al gran número de trabajos que genera la pesca. A principios del siglo XX algunos científicos postularon que era imposible que los peces se acabaran, en una época donde no se explotaba el mar de la forma en que se hace ahora, ya en esta época sabemos que eso no es cierto porque lamentablemente han colapsado grandes pesquerías (como el Bacalao en Terranova o la anchoveta en Perú). Por lo tanto, si sabemos cuántos peces hay, podemos encontrar un límite que permita que los peces se reproduzcan con éxito pero que a su vez la pesca sea rentable económicamente.

Sin embargo es imposible responder a esta pregunta de forma exacta, los peces se mueven constantemente y no disponemos de un sistema de monitorización en una extensión tan grande como la que ocupa el mar, lo único que podemos hacer es aproximar y es aquí donde las matemáticas empiezan a ser útiles. La cantidad de peces en un área se aproxima usando modelos matemáticos.

Para esos modelos se necesitan datos, por un lado los pescadores están obligados a registrar todo lo que pescan y esta es una de las principales fuentes de información de las que disponemos, pero por otro lado los organismos de investigación realizan periódicamente campañas oceanográficas en las cuales un barco con una ecosonda traza una ruta delimitando una zona determinada, y este barco a su vez pesca pequeñas cantidades para hacerse una idea del tamaño, peso, madurez y edad de los peces que se ven con la ecosonda. Toda la información proveniente de las capturas y de las campañas es el alimento de los modelos matemáticos.

En esos datos se buscan patrones que permitan responder preguntas intermedias como ¿Cuántos huevos pone una hembra?, ¿Cómo es el crecimiento de la población? ¿Hay otros factores en el ecosistema que afecten la supervivencia de los peces?

Fig. 1. Diagrama del ciclo de vida de la anchoa (boquerón) en el Golfo de Cádiz incluyendo los factores ambientales que afectan las diferentes etapas. Cortesía de  Integration and Application Network, University of Maryland Center for Environmental Science (ian.umces.edu/symbols/). Tomada de [1].

En el caso de la anchoa (conocido también como boquerón) en el Golfo de Cádiz, estos modelos han permitido encontrar conexiones entre los fuertes vientos de levante y la mortalidad de los peces cuando estos aún son muy pequeños: el viento los arrastra con fuerza hacia grandes corrientes donde su supervivencia es muy difícil. También sabemos que hacen la puesta de huevos cuando las temperaturas son altas y que lo hacen  cerca de la desembocadura del río Guadalquivir, que el agua dulce del río hace que esa zona sea muy rica en nutrientes favoreciendo su desarrollo y que si al contrario viene poca agua dulce del río (por ejemplo cuando llueve muy poco) su mortalidad es mayor (Fig. 1). Conociendo todas estas variables y los procesos involucrados podemos estimar si el año siguiente habrán muchos o pocos boquerones y así los científicos cada año damos una recomendación de cuánto se puede pescar de forma sostenible.

A modo de conclusión

La importancia de los peces dentro del ecosistema y la de la pesca como fuente de alimentación y de generación de empleo ha incentivado el desarrollo de modelos matemáticos que permiten sintetizar el ciclo de vida de los peces incluyendo la influencia del ecosistema y el efecto de la pesca. En estos modelos se aprecia cómo interactúan la biología, la física, la oceanografía, la estadística, las matemáticas e incluso hasta la economía y la política. La ciencia pesquera es un campo interdisciplinar donde la comunicación fluida entre las partes favorece la buena gestión.

Conoce, comparte, divulga, participa.

Yo que venía de un mundo de números he encontrado en esta aplicación la forma de convertir muchas ecuaciones en un beneficio tangible para la sociedad y el ecosistema.


Referencias:
[1] Margarita María Rincón, John D. Mumford, Polina Levontin, Adrian W. Leach, Javier Ruiz; The economic value of environmental data: a notional insurances cheme for the European anchovy, ICES Journal of Marine Science, Volume 73, Issue 4, 1 March 2016, Pages 1033–1041, https://doi.org/10.1093/icesjms/fsv268
Margarita María Rincón Hidalgo
Twitter: Margarita_RH
Doctora en Física y Matemáticas
Investigadora Postdoctoral en el Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (ICMAN-CSIC)

Escucha música mientras lees.


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