martes, 16 de enero de 2018

Yo quiero ser Ingeniero Industrial (Tecnologías Energéticas) - José Ramón Sánchez Moreno

Y yo quiero ser...Ingeniero Industrial (Tecnologías Energéticas)
(Por José Ramón Sánchez Moreno)

Escucha música mientras lees, vete al final.

Desde luego no es fácil decidir aquello a lo que queremos dedicar nuestra vida profesional. En ocasiones la decisión se produce de forma repentina, quizás tras una magistral exposición por parte de un profesor de una materia que despierta nuestra atención y en otras ocasiones no se produce de forma tan evidente, sino que requiere analizar esos aspectos cotidianos que nos hacen sentirnos realizados.

En mi caso fue durante mi infancia donde siempre me habían atraído los objetos que pudieran montarse y desmontarse. Me fascinaba poder entender el modo como encajaban las piezas, porqué alguien había decidido esas formas para unir las piezas, el modo en el que todas juntas conformaban un elemento plenamente funcional. Ese interés por entender el funcionamiento de todo lo que me rodeaba, de tener la capacidad de decidir cómo combinar los diferentes materiales para crear un dispositivo fue lo que me llevó a cursar estudios de Ingeniería Industrial.

Una carrera multidisciplinar con un gran número de especialidades que permite entender el funcionamiento de sistemas, máquinas e instalaciones que nos rodean. De entre todas las especialidades que esta carrera permite elegir, de modo que queden cubiertas todas las tecnologías de que disponemos hoy en día en cualquier máquina o dispositivo, elegí la de Tecnologías Energéticas por incluir todas aquellas disciplinas relacionadas con la producción y aprovechamiento de la energía con especial énfasis en la eficiencia energética.

Y es que la búsqueda del mínimo consumo resulta en muchos casos un reto mayor y más complejo que descubrir un nuevo dispositivo o maquinaria que facilite nuestro trabajo. Y para mí este campo despertó una gran admiración y un gran interés en colaborar para desarrollar y contribuir a dar a conocer sistemas que consuman cada vez menos energía. La búsqueda del móvil perpetuo es para muchos una aventura comparable a la búsqueda del Santo Grial. Encontrar la máquina u objeto capaz de moverse o funcionar sin apenas energía es un descubrimiento que sin duda revolucionaría el mundo y contribuiría de forma importante a reducir el impacto medioambiental que el consumo de energía tiene inevitablemente en nuestro mundo con unos recursos cada vez más limitados y donde hoy ya nadie duda de los efectos que el cambio climático tiene en nuestro planeta. No en vano, reducir el consumo energético es una preocupación mundial hacia la que la comunidad internacional está dando importantes pasos a través de acciones y políticas como el Protocolo de Kyoto o la apuesta 20/20/20 de la UE.

De modo que aunque por progreso y avance tecnológico muchos puedan entender el descubrimiento de máquinas y mecanismos que hagan nuestra vida más cómoda como medios de transporte más rápidos, sistemas de comunicación globales, sistemas de control integrados, etc. Por progreso también ha de entenderse el conseguir un estado de bienestar e industrialización dentro de una sociedad con el mínimo consumo e impacto ambiental que no ponga en peligro los limitados recursos del planeta. Y es que no es entendible considerar como verdadero progreso disponer de hogares con sistemas domóticos que permiten hoy en día interconectar todas las instalaciones de una vivienda como los sistemas de climatización, iluminación, seguridad e incluso electrodomésticos si la factura eléctrica a pagar por ello es prohibitiva o si el aislamiento de la vivienda no es el adecuado y estoy enfriando o calentando el exterior o trasmitiendo ruidos a los vecinos ¿Se puede entender esto como progreso? Yo creo que no.

Es por esta razón por la que desde hace tiempo tengo la oportunidad de trabajar en el campo de las instalaciones en edificios donde tan importante como elegir los equipos de climatización y calefacción más adecuados en coste y funcionalidad según el uso del edificio (residencial, hospitalario, de trabajo, de ocio, etc.), igualmente importante resulta que esa energía empleada en enfriar o calentar un fluido, y como resultado una edificación, no se pierda a través de ésta. De nada sirve invertir dinero en la última tecnología de producción de frío o calor, en la más potente y eficiente del mercado, si ese frío o calor se pierde al exterior.

 Y es aquí donde cobran gran protagonismo los aislamientos.  A veces los grandes infravalorados por su sencillez, pero de una importancia enorme al mantener la temperatura de una habitación o de una conducción y evitando emplear energía de más en cubrir las pérdidas.  Aislamientos tan importantes como los que se colocan en fachadas que impiden transmisiones de energía al exterior por conducción de entre los que destacan las lanas minerales como la fibra de vidrio y la lana de roca, los poliestirenos, las espumas elastoméricas, con unas resistencias a la trasmisión de energía importantes. Aislamientos también presentes en las conducciones de fluidos refrigerantes en forma de coquillas o mantas que permiten el transporte de un fluido atemperado bien agua, refrigerante o aire, reduciendo la pérdida de energía ocasionada en el transporte. O vidrios y ventanas de nueva construcción, como los vidrios dobles cuya cámara interior de aire actúa como un gran aislante, o la nueva generación de ventanas en PVC o metálicas con rotura de puente térmico con unos niveles de conductividad térmica muy inferiores a las típicas ventanas correderas que tan profusamente se han ido aplicando en la construcción de viviendas  por su bajo coste, y que sin duda han contribuido a un despilfarro de energía por su baja hermeticidad y su estructura enteramente metálica. Todo un error constructivo en una época en la que solo se miraba el precio y que hoy se paga con facturas de gas y electricidad desorbitadas.


Errores que afortunadamente las administraciones y organismos preocupados por el uso racional de la energía han ido corrigiendo en los últimos años con la adopción de nuevas normativas como el Código Técnico de la Edificación (CTE) en su versión HE de ahorro de energía que garantiza en las nuevas construcciones y reformas, limitar el consumo energético (no en vano la edificación consume el 40% de la energía), mediante la obligatoriedad de instalación de unos mínimos aislamientos y de unos equipos de producción térmica eficientes apoyados por fuentes de energía renovables como paneles solares térmicos y fotovoltaicos. Los cuales contribuyen de forma notable a dar cumplimiento a la directiva 2010/31/UE que pretende certificar edificios de consumo casi nulo para 2018 en el caso de edificios públicos y 2020 para edificios de uso privado. Hasta entonces disponemos actualmente de la certificación energética de edificios (por imperativo de la Directiva 2002/91/CE) que mediante etiquetas similares a las utilizadas en los electrodomésticos, permite a los inquilinos prever el gasto energético que sus edificaciones tendrán.

No solo se busca con esas medidas reducir las pérdidas de energía y garantizar el máximo aprovechamiento de los recursos energéticos disponibles. Hoy en día se están haciendo importantes avances en la edificación en soluciones que buscan igualmente reducir el consumo de un bien tan importante como es el agua. Todos somos conscientes de lo limitados que son los recursos hídricos en nuestro país y nuestra fuerte dependencia en la climatología.  De modo que además de medidas de ahorro de agua como el uso de aireadores en grifos, últimamente se están aplicando medidas de ahorro de agua sobre el elemento de más consumo de agua en los edificios como son los inodoros. Y pese a que los nuevos inodoros de doble descarga permiten importantes ahorros, no cabe duda que aún se produce un consumo importante de agua que además ha necesitado de un proceso de cloración y potabilización solo para ser empleada como limpiador del inodoro. Bien, pues aquí alguien preocupado por ese despilfarro de agua se le ocurrió porqué no utilizar agua reciclada para alimentar el inodoro. ¿Y reciclada de dónde? Ya que traer una red de agua reciclada de las depuradoras sería costosísimo. Mejor, reciclarla en el propio edificio. Hay ya numerosos ejemplos de hoteles, donde se está aplicando una tecnología denominada de aprovechamiento de aguas grises que consiste en recoger el agua de lavabos y duchas/bañeras (agua gris) para filtrarla y tratarla en un depósito instalado en el propio edificio e impulsarla a través de una red independiente a los inodoros. Una sencilla solución, que no supone una gran inversión y sin embargo repercute en una indudable reducción en el consumo de agua del edificio. Un bien, el agua, del que somos tan dependientes y que bien se merece todo esfuerzo por limitar su derroche.


En definitiva, la ingeniería no busca solo hacer la vida más fácil mediante la introducción en la sociedad de dispositivos o máquinas capaces de realizar tareas de ardua ejecución ya sea en los hogares, en las fábricas, de resolver problemas de movilidad, de comunicación o de control a distancia o incluso de garantizar el confort en nuestro propio hogar, también se preocupa de conseguirlo de la manera más eficiente y con el mínimo consumo de energía y recursos. Todos somos conscientes que vivimos en un planeta con recursos limitados y somos responsables de dejarlo en las mejores condiciones para las generaciones venideras. Es por ello que en este mundo todavía queda mucho por hacer en materia de aprovechamiento eficiente de la energía y de los recursos.  


Referencias:
José Ramón Sánchez Moreno
Ingeniero Industrial (Tecnologías Energéticas)

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