lunes, 15 de enero de 2018

Yo quiero ser Gemóloga - Victoria López-Acevedo

Y yo quiero ser...Gemóloga
(Por Victoria López- Acevedo)


Escucha música mientras lees, vete al final.

No voy a empezar diciendo que siempre quise ser gemóloga, ni que las gemas fueron mi pasión desde el día en que las descubrí ni que se despertó mi vocación a raíz de ningún fascinante episodio de alguna película. En realidad fue mi otro trabajo, el de verdad, el que me condujo a ellas y además, para ser sincera, tampoco me interesaron mucho al principio. Fue con el tiempo, a medida que las fui conociendo, cuando empezaron a cobrar verdadera importancia.

Antes de seguir adelante explicaré, para los que no estén familiarizados con el término, que la Gemología se ocupa del estudio de las gemas y que las gemas son todos aquellos materiales que por sus cualidades de belleza, durabilidad y rareza son susceptibles de ser empleados en joyería y ornamentación, como adornos personales o en objetos decorativos. La belleza es una cualidad muy ligada a propiedades ópticas como el color, la transparencia y el brillo. La durabilidad está ligada a otras propiedades como la dureza, un material bonito que se raye con facilidad perderá su belleza rápidamente y dejará de tener interés gemológico. Finalmente, la rareza está ligada a la escasez y la singularidad, son bienes únicos, propios de reyes y poderosos, inalcanzables para la mayoría de las personas.

Una vez dicho esto continuaré con mi historia, soy geóloga y mi trabajo de verdad es dar clase de Cristalografía en la Universidad. Al menos es lo que he hecho en los últimos cuarenta años. Como comprenderéis, en tanto tiempo “da tiempo” de hacer y pensar en muchas cosas además de dar clase. Con la Gemología me pasó eso, deseaba hacer algo muy diferente, algo original que no lo hiciera ninguna otra persona de mi entorno. Una afición que además de entretenerme pudiera serme de utilidad (quien sabe) en un futuro.

Y así fue. A pesar de la estrecha relación entre la Geología y el mundo de las gemas, ya que la mayoría de estas son variedades nobles de algunos minerales, ningún colega mío se decidió a hacer lo mismo a la vez que yo y después, a lo largo de mi trayectoria profesional, han sido muy pocos los que he ido encontrando. Una razón puede ser que el diploma de gemólogo es costoso ya que no hay centros oficiales en los que se pueda cursar. Son escuelas privadas las que ofrecen cursos, con un precio que suele ser directamente proporcional a su duración y sobre todo al número de prácticas y a la calidad de las mismas. Esas prácticas consisten en reconocer gemas, cuantas más mejor, así que, es fácil entender que se trata de un material caro y precioso.

Con esto quiero decir que son unos estudios con cierto carácter exclusivo lo cual, a la larga, puede resultar muy ventajoso. En mi caso supuso la creación de una asignatura de Gemología en la licenciatura de Geológicas de la Universidad Complutense –único centro en que estos estudios han tenido carácter oficial alguna vez– que tuve la suerte de impartir durante más de treinta años ya que era la única profesora que tenía esa titulación. Aprendí mucho sobre gemas durante ese tiempo y además resultó un contrapunto muy enriquecedor para mi otra actividad, la enseñanza de la Cristalografía.

La Cristalografía se debió iniciar como ciencia a raíz del interés que suscitaban los minerales, que son cristales naturales, con sus bellas formas y colores, en los antiguos científicos. Está claro que entre estos minerales las gemas debían ocupar un papel muy principal y el estudio de sus propiedades decisivo para el desarrollo de esta ciencia. El caso es que en la Gemología encontré no solo el objeto que fue clave para la ciencia de los cristales, sino que pude volcar en ella todos mis conocimientos cristalográficos, lo cual supuso para mí un precioso campo de experimentación real. Si en las clases de Cristalografía enseñaba los fundamentos teóricos de esta ciencia en las de Gemología realizaba las comprobaciones prácticas. Todas las cualidades de las gemas tienen una explicación científica que, además, puede tener interesantes aplicaciones prácticas y esto gustaba mucho a mis alumnos.

Conocer el origen del color, la transparencia o el brillo de una piedra preciosa. Saber que esas bellas formas de los minerales que tanto llamaron la atención de los primeros cristalógrafos están determinadas en parte por las peculiaridades de su estructura cristalina, es decir, por cómo se ordenan los átomos que la componen, “tal orden-tal forma”. Y que también están influenciadas por las condiciones de crecimiento. Efectivamente, los cristales crecen y hay toda una teoría del crecimiento cristalino que se ocupa de ello y que tiene una importancia trascendental en la Gemología, que va más allá del mero entendimiento de la morfología cristalina.

Ya sabemos que una buena parte de las gemas son minerales. Estos pueden ser de origen natural, geológico como rubíes o esmeraldas, o biológico como perlas y corales. Sin embargo, también hay gemas cuyo origen no es natural que se llaman gemas artificiales y que se han cristalizado en un laboratorio, según las leyes y procedimientos dictados por esa teoría del crecimiento cristalino a la que me he referido anteriormente. Precisamente, el primer proceso de cristalización comercial viable que se describió fue la síntesis de una gema, el rubí, en el año 1902, por el químico francés Auguste Verneuil. A este método le siguieron otros y la lista de cristales artificiales se fue ampliando.

Hay que decir que aunque la síntesis de gemas es quizás el resultado más espectacular de estos procesos, el interés principal nunca fueron las gemas, sino obtener nuevos materiales con propiedades específicas, útiles para la industria. Incluso, el rubí de la primera vez no fue el resultado de un ambicioso intento “alquímico” de convertir un polvo blanco en una piedra preciosa. La intención fue otra; el rubí es capaz de producir el rayo láser, de gran importancia estratégica y comercial, y lo que se buscaba era un cristal de rubí grande, puro y libre de defectos, capaz de producir el preciado rayo, un cristal que la naturaleza no podía ofrecer.

En cualquier caso, independientemente del interés que haya podido conducir a ello, la lista de gemas sintéticas obtenidas es muy larga, algunas son la réplica exacta de sus equivalentes naturales, misma composición, misma estructura, mismas propiedades, todo igual. Hay esmeraldas, cuarzos, rubíes, zafiros… hasta diamantes. Otras sin embargo no tienen equivalente natural, aunque tienen cualidades que las hacen interesantes desde el punto de vista gemológico. Ejemplos de estas son algunas imitaciones del diamante como la conocida circonita. Esta se fabrica con todos los colores imaginables y constituye un nuevo material, muy bello y muy apreciado por joyeros y orfebres.

Fig. 1. Rubíes y zafiros sintetizados por el método Verneuil (4-6 cm). 
Museo de la Geología (UCM). Foto V. López-Acevedo.

Otra aplicación directa de la Cristalografía al mundo de las gemas son las técnicas de identificación que aprovechan hasta el más mínimo rasgo de su estructura para reconocerlas. Aparatos muy sencillos e ingeniosos, algunos muy arcaicos aunque de comprobada utilidad, que permiten determinar constantes y comportamientos característicos. Lupas y pequeños artefactos ópticos que amplían la visión y nos muestran “todo”, desde las huellas del proceso de cristalización que nos indican si la gema que tenemos delante es el resultado de un proceso natural o del trabajo en un laboratorio hasta su interior más profundo, defectos, fracturas, inclusiones… que nos llevan no solo a diferenciarlas sino a determinar su calidad e incluso su precio.

Esta rápida visión de la Gemología da idea de ese carácter exclusivo que comenté al principio. Un mundo al alcance de unos pocos que sin embargo puede mover enormes sumas de dinero y que requiere buenos especialistas conocedores de la materia para poder existir. Tasadores que determinen el precio de una joya, ya sea para adquirirla como inversión en épocas de opulencia o para venderla en épocas de crisis, expertos capaces de reconocer y valorar la calidad de una gema para su venta a joyeros y comerciantes, talladores que les den forma, artistas que diseñen las joyas, orfebres que las realicen,… profesores que enseñen estos oficios… Hay pocos, tú puedes ser uno de ellos.

Victoria López-Acevedo
Doctor en Ciencias Geológicas
Profesora de Departamento de Cristalografía y Mineralogía.
Directora del Museo de la Geología
Facultad de Ciencias Geológicas. Universidad Complutense de Madrid.

Escucha música mientras lees.


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