lunes, 15 de enero de 2018

Yo quiero ser Ecólogo - Gustavo Tomás Gutiérrez

Y yo quiero ser...Ecólogo
(Por Gustavo Tomás Gutiérrez)

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Dicen que los niños no mienten. Hay niños a los que les encantan las máquinas. Otros que se pasarían todo el día subidos a una bicicleta. O pegados a una pantalla. O aporreando una batería. Y hay otros que disfrutan curioseando por el campo o en el jardín de su casa, observando bichos o persiguiendo lagartijas. Sea cual sea la actividad que los mantenga ensimismados, es más que probable que aquello que llamamos vocación guarde relación con esa actividad. Y aquello en lo que muestren más interés, será sin duda donde más realizados se sientan si, a lo largo de su vida, consiguen dedicarse profesionalmente a ello. Y tanto más cuanto más logren difuminar esa línea que separa afición de trabajo.

Hay algo intrínsecamente ligado a nuestro ser que nos empuja a observar e intentar comprender el mundo natural que nos rodea. Nuestro entorno. Es por ello que la Ecología es posiblemente la ciencia más antigua que existe. Nuestros primitivos ancestros debieron atesorar un conocimiento exhaustivo de las potenciales utilidades de toda una variedad de seres vivos con los que cohabitaron, desde hongos a plantas y animales. De su capacidad para observar, aprender y utilizar los recursos naturales dependía su supervivencia. Debían conocer qué alimentos aparecían en qué lugares y en qué momento del año. Dónde encontrar agua. Intentar predecir el clima. Y resguardarse de sus inclemencias. Evitar ser comidos. Eludir y paliar las enfermedades. Hubieron de aprender a optimizar su interacción con las demás especies de su entorno, y con sus congéneres. Exactamente tal y como sucede hoy en día, aunque el desarrollo tecnológico que parece haber alcanzado nuestra especie contribuya a que con frecuencia se nos olvide que no somos sino un ser vivo más, un simple eslabón del ecosistema, y que nuestro bienestar y supervivencia dependen, mucho más íntimamente de lo que creemos, de los demás seres vivos de nuestro entorno. Cada día.

La palabra Ecología proviene del griego Oikos, que significa casa, hogar. Se dedica por lo tanto al estudio de nuestro entorno, sea éste inmediato o lejano según dónde consideremos que están los límites de nuestro hogar. Una definición más precisa de la Ecología sería el estudio científico de las interacciones entre los seres vivos y con su medio ambiente. El medio ambiente engloba todos aquellos factores que influyen sobre un organismo, e incluye factores abióticos como la temperatura o la precipitación, y factores bióticos como son otros organismos de su misma y de otras especies. Tras unos inicios más orientados al estudio de los primeros, una de las vertientes más apasionantes de la Ecología moderna se centra en los segundos factores, en determinar cómo se modulan las interacciones entre organismos. Si bien existen otras, las tres principales interacciones que se producen entre los seres vivos, y que gobiernan en gran medida su distribución y abundancia, son la competencia, la depredación y el parasitismo. Al igual que antes, las dos primeras fueron abordadas tempranamente por la Ecología. Por el contrario, el estudio del parasitismo es más reciente, y se vio favorecido por el desarrollo de técnicas apropiadas para poder observar a los parásitos, que son con frecuencia seres de pequeño tamaño.

En Ecología se trabaja siempre al amparo de un marco evolutivo, pues nada en biología tiene sentido si no es a la luz de la evolución. Ninguna otra idea en biología es tan poderosa científicamente ni tan estimulante intelectualmente como la evolución. La teoría de la evolución propuesta por Charles Darwin en “El origen de las especies” es seguramente la idea más importante e influyente desarrollada por la mente humana. Nos proporciona el prisma necesario desde el que observar y comprender nuestro alrededor, y nos permite ir respondiendo a preguntas fundamentales que abarcan desde el origen mismo de la vida y de nuestra existencia, pasando por la gestión y manejo de nuestro entorno, hasta elaborar predicciones sobre lo que nos deparará el futuro a medio y largo plazo. La evolución biológica puede definirse como el cambio en las características de las poblaciones de organismos a lo largo de las generaciones. Este cambio se produce gracias a la otra idea brillantemente vislumbrada por Darwin: la selección natural. Ésta tiene lugar siempre y cuando exista variabilidad en alguna característica, que determine diferencias en fecundidad y/o supervivencia entre individuos, y que sea heredable. Y estas tres características ocurren en todas las poblaciones de seres vivos. Incluidos nosotros mismos, por supuesto.

Así, como no podría ser de otra manera, la Ecología, al igual que su objeto de estudio, es una ciencia en constante evolución. Si en el siglo pasado estuvo enfocada principalmente a la descripción de nuestro medio ambiente, en la actualidad nuestra sociedad nos enfrenta a nuevos retos. La población humana del planeta continúa incrementándose de modo aparentemente inexorable. Esta superpoblación conlleva unas consecuencias de las que todos somos en mayor o menor medida conscientes, originadas principalmente por la necesidad de obtener alimentos y recursos para una población cada vez más numerosa. La destrucción o modificación de la naturaleza para proveer campos de cultivo o pastos para la producción de ganado, el agotamiento de los recursos pesqueros, el cambio ambiental global, la extinción de especies, o la contaminación y acumulación de residuos, son solo algunos ejemplos de lo que la expansión de nuestra especie por el globo ha provocado, y cuyos efectos se han acentuado tras las revoluciones industrial y tecnológica. Algunos investigadores incluso consideran que nos enfrentamos a una nueva era planetaria que han dado en llamar el antropoceno. Hoy más que nunca, la sociedad llama a la puerta de la investigación para demandar soluciones. Y los Ecólogos estamos en disposición, como ningún otro sector de la sociedad, para sentar las bases que proporcionen herramientas y respuestas a los desafíos a los que nos enfrentamos y que amenazan nuestra supervivencia en el planeta. Tan sólo integrando la información recabada por Ecólogos y Biólogos Evolutivos en sus amplios y variados campos de investigación, podremos garantizar el equilibro de los diferentes ecosistemas que habitamos.

En la práctica, el trabajo de un Ecólogo comienza observando la naturaleza y planteándose preguntas a las que poder dar respuesta. Esas preguntas son infinitas y pueden ser de muy diversa índole: ¿Para qué le sirve la cola al pavo real? ¿Por qué existen leones sin melena? ¿Cómo saben las golondrinas cuándo emprender el vuelo hacia África? ¿Por qué los mosquitos pican más a unas personas que a otras? ¿Cómo afecta la deforestación del Amazonas al clima mundial? ¿Por qué las flores son de los colores que son? ¿Por qué saltan los delfines? ¿Por qué nos atraen las personas con los ojos verdes? … Una vez definida la pregunta a la que deseamos dar respuesta, un Ecólogo plantea hipótesis sobre esa función, ese mecanismo, ese comportamiento, o ese proceso, y formula predicciones sobre lo que ha de ocurrir en caso de que esas hipótesis sean ciertas. A continuación, diseña investigaciones concretas decidiendo qué datos y mediciones necesita tomar, o qué muestras es necesario recolectar para poder responder a esas preguntas. Posteriormente procede a analizar esas muestras, y luego, mediante análisis estadísticos, interpreta esos datos para comprobar la validez de sus hipótesis. El trabajo de un Ecólogo finaliza dando a conocer los resultados de sus investigaciones, usualmente en forma de artículos científicos y comunicaciones en congresos. De este modo, el conocimiento se va acumulando, puede ser utilizado por otros investigadores, percola en la sociedad, y lleva al planteamiento de nuevas preguntas, para así conocer cada vez mejor el mundo que nos rodea. Nuestro hogar.

Para dar respuestas a esas preguntas, un Ecólogo ha de aventurarse a menudo en lugares naturales fascinantes (Fig. 1). Personalmente, he tenido la fortuna de poder realizar trabajo de campo para mis investigaciones, o para asistir a colegas en sus estudios, en frondosos bosques de varios Parques Nacionales de España y de los Países Bajos, en las laderas de un volcán de México, en las islas Galápagos, en la selvas de la Amazonía, en bosques tropicales secos de Ecuador, o en una isla paradisíaca (¡con una única palmera!) perdida en el océano Pacífico. Muchos de estos lugares son con frecuencia inaccesibles para el público general. Esos períodos de trabajo de campo suelen ser alternados con etapas de análisis de muestras en el laboratorio, y con períodos de oficina frente a un ordenador. Por tanto, el del Ecólogo es un oficio diverso y que requiere una combinación de ejercicio físico, usualmente con un toque de aventura, mezclado con destrezas y habilidades manuales, y con desafíos intelectuales… ¡es difícil aburrirse!

Fig. 1. El autor del artículo con un tucán capturado en las selvas de Ecuador, dentro de una investigación acerca del efecto de la destrucción del bosque tropical sobre la comunidad de aves y sus parásitos (foto: Juan Rivero).

La naturaleza es maravillosa. Y dedicarte cada día a desentrañar los procesos y mecanismos que han creado, y continúan haciéndolo, esa diversidad, esa belleza que observamos, es genuinamente gratificante. Nos adentramos siempre en el mundo de lo desconocido. Seguimos jugando. Como cuando éramos niños. Brindo porque nunca dejemos de serlo.

Gustavo Tomás Gutiérrez
Doctor en Biología
Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA-CSIC), Almería

Escucha música mientras lees.


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