lunes, 15 de enero de 2018

Yo quiero ser Biólogo Marino - Albert Calbet Fabregat

Y yo quiero ser...Biólogo Marino
(Por Albert Calbet Fabregat)


Escucha música mientras lees, vete al final.

Mi vocación por la biología marina, y en particular por los microorganismos acuáticos, empezó a muy temprana edad. Aún recuerdo con emoción y asombro la primera vez que vi seres unicelulares a través del ocular de un microscopio. Yo rondaría los 10 años, y el aparato había sido un regalo de cumpleaños de mis padres, que poco pensaron que aquel instrumento rudimentario, hecho de plástico y de mediocre calidad óptica, marcaría mi vida para siempre. A aquel día, tan transcendental en mi vida, siguieron pesquisas y experimentos con tal de descubrir  la extraordinaria variedad de las formas de vida acuática. Por facilidad, empecé explorando la flora y fauna microscópica de las aguas dulces; no había riachuelo, estanque o charco que no llamase mi atención. Con los años, fui perfeccionando mi técnica a la par que la calidad de los microscopios que usaba, hasta que me convertí en un aficionado a la microfotografía; fueron mis imágenes del mundo mágico de la vida en una gota de agua las que llamaron la atención de mis profesores. Gracias a eso conseguí una beca predoctoral para estudiar el zooplancton marino. El paso de aguas dulces al medio marino fue todo un reto. La diferencia entre estos dos mundos acuáticos no estriba simplemente en la concentración de sales; el medio marino, debido a su extensión y dinamismo acoge una red trófica mucho más compleja y diversa que la de las aguas dulces.

El plancton y la red trófica marina

Antes de proseguir es preciso que defina algunos conceptos básicos. Por ejemplo, los organismos unicelulares o pluricelulares que habitan en la columna de agua, y cuya escasa capacidad de movimiento les deja a merced de las corrientes, se denominan plancton. La palabra proviene del griego y significa errante. Si bien la mayoría de integrantes del plancton son de pequeño tamaño, también hay excepciones, como las bien conocidas medusas.

Fig. 1. Diatomea marina. Las diatomeas son algas unicelulares, integrantes del fitoplancton. Son el alimento del zooplancton y de otros organismos. Son especialmente abundantes en zonas ricas en nutrientes, como afloramientos o zonas costeras a finales de invierno y primavera.

El plancton se compone, entre otros grupos de organismos, de virus, bacterias, algas microscópicas (el fitoplancton, Fig. 1) y animales (el zooplancton, Fig. 2). Para que os hagáis una idea, en un mililitro de agua (unas 20 gotas de agua) hay, por término medio, 10.000.000 virus, 1.000.000 bacterias, y unas 1.000 o 10.000 algas unicelulares. ¡Pero tranquilos! ni los virus ni las bacterias que os podéis tragar accidentalmente en el mar os van a perjudicar. De hecho, su función en el ecosistema marino es otra. Los virus mantienen controladas las poblaciones de bacterias para que no crezcan en exceso, y estas, a su vez, se encargan de descomponer toda la materia orgánica muerta. Sin bacterias el mar sería un cementerio de cadáveres y excrementos. Las bacterias, al ejecutar su papel como descomponedores, además reciclan nutrientes que son utilizados por el fitoplancton para crecer y hacer la fotosíntesis. Las algas microscópicas que forman parte del fitoplancton son el equivalente de los vegetales terrestres. Gracias a estos vegetales la mitad de la fotosíntesis del planeta ocurre en el mar. Por consiguiente, debido a la actividad biológica de los organismos del plancton, el papel del océano es fundamental para mitigar los efectos del exceso de CO2 que nos están llevando apresuradamente a un cambio climático.

Fig. 2. Copépodo marino. Los copépodos son crustáceos diminutos, miembros del zooplancton, que pueblan mares y océanos. Son tremendamente abundantes, incluso más que los insectos en tierra, y su función es clave en el ecosistema marino al ser depredadores del fitoplancton y el alimento principal de las larvas de peces.

El plancton tiene además otra función, la de alimentar a seres de mayor tamaño, constituyendo de esta manera la base de la red trófica marina. Cada grupo de organismos tiene sus depredadores, que son, a su vez, el alimento de organismos de mayor tamaño. De esta manera la materia y la energía se transfieren hasta los grandes depredadores del mar, los peces carnívoros (atunes, barracudas, tiburones, etc.) y, por supuesto, los humanos. Pero no todo el plancton es beneficioso. Hay determinadas especies de fitoplancton, sobre todo algas dinoflageladas y diatomeas, que son tóxicas y pueden llegar a tener consecuencias graves para el ecosistema. Las agrupaciones de estos organismos se conocen popularmente como mareas rojas, y son la causa de intoxicaciones masivas o muerte de peces, e incluso humanos.

La biología marina, mitos y leyendas

Pero en el mar hay mucho más que plancton. Peces, ballenas, corales, entre otros, son algunas de las maravillas que alberga el mundo marino. De hecho, a la mayoría de las personas al pensar en los biólogos marinos lo primero que les viene a la mente son intrépidos científicos surcando mares y océanos para estudiar ballenas y delfines, o submarinistas expertos analizando la progresión de arrecifes de coral en paraísos tropicales. Estos arquetipos, si bien existen y forman parte de la disciplina, no son lo habitual. Muchos de nosotros trabajamos con organismos que no se ven a simple vista, o con modelos matemáticos de pesquerías, o en el laboratorio estudiando la fisiología o el genoma de una especie en particular. El mar es vasto, pero desgraciadamente los fondos destinados a su estudio son limitados, por no decir escasos (en particular en nuestro país), y en la mayoría de ocasiones el científico vocacional raramente puede elegir a que campo se dedicará. Son más bien las circunstancias de la vida, en ocasiones la suerte, o incluso las tendencias “de moda” en la ciencia, las que marcan el campo en el que terminarás trabajando. Y no os voy a mentir, triunfar en biología marina es duro y requiere muchos sacrificios como veréis a continuación. Pero también os diré que las recompensas son extraordinarias. En mi caso, gracias a la biología marina he viajado por medio mundo, y he estado en lugares mágicos, inaccesibles para la mayoría de la gente, como por ejemplo la Antártida y el Océano Ártico.

Pero cómo se llega a ser un/a biólogo/a marino/a? Para empezar hay que trabajar duro desde la educación primaria hasta la universidad. Si tenéis pretensiones de dedicaros a la investigación, es importante tener un expediente académico excelente para poder acceder a becas. Sin una beca, es muy difícil (por no decir imposible) entrar en un centro de investigación para realizar una tesis doctoral. Un buen biólogo marino, si quiere prosperar en la carrera, necesita saber de todo: matemáticas, física, química, y por supuesto biología. También es imprescindible el conocimiento de lenguas extranjeras, sobre todo el inglés. Todo nuestro trabajo se presenta en inglés, al igual que ocurre en otras disciplinas científicas. Una vez completada la tesis doctoral es recomendable pasar un período (uno o dos años, al menos) en alguna institución de renombre en el extranjero. Si bien durante la tesis doctoral habréis asentado vuestros conocimientos y aprendido las estrategias de publicación, será durante la fase postdoctoral donde se producirá vuestra verdadera especialización y donde se establecerá vuestra proyección internacional. Es muy importante que durante esta fase sigáis publicando intensamente. Al científico, al menos actualmente, se le valora por el número y calidad de sus publicaciones. Por lo tanto, un buen científico tiene que ser un excelente comunicador. Muchas veces, el saber presentar una idea es más importante que la idea en sí misma. Pero no os desaniméis, todo se aprende. A la fase postdoctoral le sigue una fase de reincorporación en el país de origen (si es que decidís volver, claro). Muchas veces el obtener un contrato para volver a España se convierte en una tarea titánica, en la que solo los mejores prosperan. Pensad en la carrera científica como en un embudo, donde cada vez se estrecha más el número de gente que puede pasar. Ciertamente, esta selección progresiva de candidatos no es exclusiva de la biología marina, sino que ocurre en todas las disciplinas científicas en mayor o menor medida. La maratón para conseguir un contrato o plaza fija de biólogo marino en este país es larga y ardua, pero si tenéis vocación y sed de conocimiento vais a aprender algo en cada uno de los pasos. La clave está en disfrutar de cada momento y quedarse con lo positivo. Os aseguro que la recompensa, si al fin tenéis éxito, vale la pena.

Para acabar, me gustaría daros un consejo de alguien que ya lleva unos años haciendo investigación. La tendencia actual en esta y en otras disciplinas es ir hacia la super-especialización de la ciencia. Yo os insto a que os intereséis y aprendáis de todo, al igual que aquellos grandes sabios del Renacimiento. Con una visión amplia y global siempre se abordan mejor los problemas y se plantean preguntas más relevantes.

¡Suerte!

Albert Calbet Fabregat
Doctor en Ciencias del Mar
Investigador Científico del CSIC, Instituto de Ciencias del Mar, Barcelona

Escucha música mientras lees.


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